Un gran negocio, pero no para todos

El "cuento" de la Privatización

b3b6599a15a74721adbecf8b011b610fgif 27-06-2018

 Vivimos en un sistema capitalista, en dónde el ultra-liberalismo se ha abierto paso, y parece campar a sus anchas, sin nadie con fuerza para rebatirle. Y he aquí dónde nace “la privatización”. En los años 80, Reagan en E.E.U.U. y Thatcher en Gran Bretaña comenzaron a vender las bondades de un nuevo liberalismo, cuyo mantra era que lo público no funciona. La coyuntura mundial ayudaba mucho; caída del comunismo, que con todos sus numerosos defectos servía como contrapunto a la hegemonía de un bloque, y con una social-democracia y una clase obrera embelesada por la aparición de la “clase media”, una suerte de asalariados, que prosperarían para ir acercándose a los de arriba. Los Mercedes y los BMW ya no eran solo para los millonarios…

 Con ello, en los últimos 30 años toda empresa pública fue proscrita, y desde instancias nacionales y supranacionales, obligadas a “privatizarse”. Pero es importante hacerse una pregunta, que como sociedad deberíamos de pedir explicación: ¿Cómo es posible que los gestores públicos que nos han gobernado (políticos) defiendan que la gestión pública no funciona?

 Con la excusa de la libre competencia a ultranza, factor base del neoliberalismo, se privatizaron la casi totalidad de empresas públicas de todos ámbitos: transportes, aguas, electricidad, gas, hidrocarburos, comunicaciones, sanidad, educación… Todo se intentó pasar a gestión privada; una gestión que se prometía más eficiente.

 Los años han demostrado que nada tiene que ver eficiencia con privatización. Lo que sí queda claro, que la privatización es un negocio para cuatro avispados, muy cercanos a esos gestores con aversión a lo público. En París, se decidió re-municipalizar la gestión de aguas. Jacques Chirac en los años 80, cuando la derecha neoliberal proliferaba, decidió privatizar siendo alcalde de París el servicio municipal de aguas. A la vuelta de la izquierda en el siglo XXi a la alcaldía, se estudió la manera de revertir esa situación.  En el primer año se pudo bajar un 8% el recibo para los ciudadanos, y garantizar el suministro, para aquellas personas que no tuvieran recursos. Poniendo otro ejemplo, hace muy poco tiempo, el ayuntamiento de Madrid decidió re-municipalizar la Empresa Funeraria Municipal. En 2016, en manos privadas, registró una deuda de 233.000€ aproximadamente. En el primer año de gestión íntegramente pública ha obtenido unos beneficios de 4 millones de euros.

 Esto no es solo importante por temas de sostenibilidad, sino que en la empresa privada, los beneficios repercuten a los accionistas, mientras que en lo público, el beneficio repercute de nuevo en la sociedad. ¿Esto quiere decir que todo ha de ser público? Tampoco, la iniciativa privada es muy importante en la sociedad, pero ha de estar regulada y controlada, y convivir con lo público, no fagocitarlo, es decir, absorberlo para beneficio propio.

 No es de recibo, que cuando una empresa pública está mal gestionada, se venda por “cuatro perras” para enriquecer a los mismos de siempre. Y luego, si funciona los beneficios para ellos, y si fracasa, caso de las autopistas radiales que en tiempos de “la gran bonanza de este país” florecieron como margaritas, vuelven a lo público y pagamos entre todos.

 Es por eso que desde SCAT siempre hemos defendido y defenderemos el sistema público. Eso sí, gestionado eficientemente, aprovechando al máximo los recursos, con transparencia y buscando siempre el beneficio social, no solo el pecuniario. No todo en la vida es el dinero.